viernes, 13 de mayo de 2011

Llamadme a la Party-cipación

Últimamente me he vuelto muy quisquilloso con los términos que se utilizan habitualmente, a veces con ligereza, en mi entorno. Debe ser cosa de la edad. Esta vez le ha tocado el turno al término participación.

Mi país me pide que participe de unas elecciones autonómicas, mi comunidad me dice que debo implicarme en su proyecto de participación ciudadana, en mi departamento surgen iniciativas de administración participativa y en mi casa… en mi casa os lo cuento luego.

Entiendo que todos estos grupos de interés lo que quieren realmente es que me comprometa con sus objetivos e intentan conseguirlo haciéndome partícipe de alguna, o de todas, de las fases necesarias para su consecución.

Personalmente, pienso que hay dos agentes que te movilizan para que participes de proyectos: la supervivencia y la diversión.

  • Supervivencia: si tu médico te dice "me gustaría que participases de la próxima intervención quirúrgica que tengo programada, porque si no te mueres"... yo creo que participas, sí o sí.
  • Diversión: si Buenafuente te dice "me gustaría que participases de la próxima fiesta que voy a montar con el equipo de mi programa de televisión"... yo creo que participas, sí o sí.

Pero, lo normal es que ocurra lo siguiente: viene el jefe de tu departamento y te dice que quiere que participes en un grupo de mejora para elaborar un informe sobre (cualquier asunto que queramos poner aquí me sirve para el ejemplo), que más tarde presentaréis y defenderéis públicamente ante la dirección de la organización.

¿Sobrevivirás sin participar en él? Seguramente sí, lo peor que te puede ocurrir si te niegas es que te echen, pero sobrevives seguro. ¿Te divertirás, poco o mucho, a lo largo del proceso de formación del grupo de mejora, en las posteriores y múltiples reuniones y discusiones que se organicen sobre el asunto, en la elaboración del informe (porque tienes muchas probabilidades de que lo tengas que redactar tú) y en la presentación y en la defensa pública del mismo? Pues… divertido, lo que se dice divertido, no suena.

Es suficiente con que uno de estos dos agentes (supervivencia y diversión) se dé, pero necesario que se dé, al menos, uno. En caso contrario, no estás participando, estás perdiendo fuerzas que podrías ponerlas al servicio de algún otro proyecto más vital o divertido.

Aunque hay proyectos vitales, no son a este tipo de proyectos a los que te enfrentas comúnmente en tu día a día. Nuestro cuerpo es sumamente inteligente y funciona casi sin que nos demos cuenta, casi sin esfuerzo. La respiración, el latido de nuestro corazón,... se producen de forma involuntaria y automática. Una de las pocas ventajas que tenemos los seres vivos es lo difícil que es matarnos y lo fácil que es sobrevivir.

Por retomar al tema de este post, creo que en lo que debemos centrarnos (o deben centrarse) es en que el proyecto objeto de la participación resulte divertido. Si hay un objetivo último de orden superior alineado con la diversión... pues mucho mejor, pero no es obligatorio.

Así que, grupos de interés o de influencia, os propongo que a partir de ahora no me llaméis a la participación. Llamadme a la party-cipación.

Nota: en mi casa lo que me piden es que DIFRUTE, que al final es un grado superior de party-cipación.

jueves, 5 de mayo de 2011

El camello 18 es el camello ganador

Un hombre dejó, como legado antes de morir, a sus tres hijos toda su fortuna: sus 17 camellos. Les dijo: Efrén, por ser tú el primogénito de mis hijos, te dejaré la mitad de mis camellos; a ti, Esteban, te dejaré un tercio de los camellos; y a ti Fabián, el más joven, te dejaré un noveno de los camellos.

Los tres hijos comenzaron a negociar. Tenían un conflicto: 17 camellos no eran divisible por 2, no eran divisible por 3 y tampoco eran divisible por 9. Así que, aunque eran hermanos y hasta entonces había reinado la armonía entre ellos, como no llegaban a un acuerdo de cómo repartirse su herencia, los ánimos comenzaron a caldearse.

A uno de ellos se le ocurrió consultar a la anciana más sabia de la aldea, para pedirle que pensara en una solución. La anciana pensó y pensó durante mucho tiempo, hasta que finalmente los reunió y les dijo: "Bueno, no sé como puedo ayudarles, pero al menos, si lo desean, les ofrezco mi camello".

De ese modo los tres hermanos ya tenían 18 cabellos, que sí eran divisible por 2 (9 camellos), que sí eran divisible por 3 (6 camellos) y que sí eran divisible por 9 (2 camellos). Cuando terminaron de repartirse los camellos se dieron cuenta que les sobraba uno (9 + 6 + 2 = 17). Justamente el que la anciana les había ofrecido, así que decidieron devolvérselo.

Muchas veces, nos enfrentamos a negociaciones en las que partimos de 17 camellos. Negociaciones que parecen difíciles de resolver sin que alguien ceda un poco. Pero, no nos damos cuenta que si nos distanciamos del conflicto y encontramos el camello 18... TODO SERÁ MÁS SENCILLO. Esforcémonos, pues, en encontrar ese camello 18.