El mundo no alcanzó los mil millones de habitantes hasta el año 1800 y llegó a los 2.000 millones en 1930. Sin embargo, con los avances en la medicina moderna, tomó tan solo 30 años el alcanzar los 3.000 millones, 14 años los 4.000 millones, 13 años los 5.000 millones y 12 años llegar tanto a los 6.000 millones como a los 7.000 millones.
Las Naciones Unidas han calculado una población de 9.300 millones para el 2050, y se espera que haya más de 10.000 millones de personas en la Tierra en el 2100.
Todos los indicios apuntan a que no habrá suficientes empleos convencionales como para seguir adelante. No habrá suficientes empleos de plena ocupación, que duren toda la vida. Justo cuando la fuerza de trabajo está creciendo, el número de empleos baja. El resultado es un desequilibro que va en aumento: el desempleo. Para compensar este desequilibro podemos intentar crear más puestos de trabajo o reducir la demanda de ellos.
Nuestra intuición nos dice que no estamos situados en el carril adecuado que nos permitiría el crear nuevas ocupaciones, así que la salida parece estar en la reducción de la demanda. Pero, ¿cómo conseguirlo? Ya que la población no tiende a disminuir, sino que por el contrario va en aumento, una alternativa sería repartir los trabajos disponibles de modo que más gente tuviese al menos una parte de un empleo. Otra opción sería que la gente recibiese educación durante más tiempo o se retirase antes. Es decir, aceptar que debemos permanecer una parte mayor de nuestra vida fuera del mercado laboral.
El que los individuos sólo tengan una parte de su vida ocupada sólo resultará efectivo si volvemos a redefinir el concepto de trabajo y de ocio. Entendemos que la tendencia nos llevará a tener más tiempo libre, pero menos dinero para gastar e intentar sentirnos igual de satisfechos. El resultado será: tendremos menos tiempo de trabajo, tendremos el mismo tiempo de ocio dedicado a la recuperación y al descanso, habrá una reducción del tiempo de ocio dedicado al entretenimiento y a las diversiones y habrá un aumento del tiempo de ocio dedicado al desarrollo personal y social. Todos estos aspectos moldearán nuestros estilos de vida en el futuro.
En resumen, los determinantes de este nuevo modelo son: la escasez de empleo, el reparto del trabajo, semanas laborales más cortas, la desaparición de las horas extras, reducción de salarios, impuestos más altos y una vida laboral más comprimida (con fases de actividad y fases de retiro).
Pero estos determinantes deberán acompañarse de medidas, tanto de índole política como social, que amortigüen un cambio demasiado brusco. El Estado deberá hacer más flexible el acceso a jubilaciones tempranas, estimulando a los ciudadanos para que participen más activamente en asegurarse un retiro cómodo, introduciendo el trabajo a tiempo parcial como una opción más atractiva y sin que ello implique pérdidas de derechos, ampliando la duración del período de formación y de adquisición de experiencia para aplazar la entrada en la fuerza de trabajo a una edad más tardía, etc.
Se debe tener claro que, no se trata de fomentar la holgazanería sino de redefinir lo que significa el propio concepto de ocupación útil (útil desde un punto de vista individual y colectivo).
Durante las fases de nuestra vida en que no estemos desarrollando actividades dentro del mercado de trabajo, tendremos que mantenernos activos, ocupados y comprometidos. Seremos cada vez más autosuficientes, haciendo nosotros mismos aquello que anteriormente pagábamos a otros para que lo hiciesen por nosotros: aprender por nosotros mismos, enseñar a nuestros hijos, construir nuestros propios aparatos, o confeccionar nuestros propios vestidos, arreglarnos el pelo, cuidar de los enfermos o de los ancianos de nuestra familia con mayor dedicación que en el pasado. Esto no sólo convertirá al hogar en una extensión de las escuelas y de las universidades sino que hará más fuertes los lazos familiares. Este punto es sumamente importante porque será el núcleo familiar el que sostenga a sus distintos miembros durante sus fases de retiro,... el maridaje familia-individuo será más armonioso.
Del lado de la empresa, también se generarán cambios en la forma de entender el empleo: pasaremos de mano de obra no cualificada a automatización más mano de obra cualificada. También aparecerá más empleo autónomo, más trabajadores independientes, o trabajadores en casa (teletrabajadores). Las empresas se adaptarán y aparecerán nuevos conceptos, siendo la flexibilidad la palabra clave. Las empresas ya no necesitarán sólo obediencia, necesitarán mano de obra cualificada, capaz de adaptarse de forma flexible a las exigencias cambiantes de la producción. ¿Encontrarán las empresas a este nuevo prototipo de trabajador buscado? Seguro, porque partimos de la hipótesis de que los individuos habrán estado formándose durante más tiempo, que habrán estado aprovechando las fases de retiro para seguir adquiriendo nuevas habilidades y capacidades, que esta formación se habrá ido adaptando a las necesidades de la producción, haciéndonos cada vez más capaces de aceptar empleos para los que antes no estábamos preparados,... el maridaje empresa-individuo estará también más afinado.
domingo, 24 de marzo de 2013
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